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No pude ver el cuerpo de mi madre luego de que falleciera en algún lugar de Washington DC. Por 25 años nadie supo donde vivía, hasta aquel día en que murió.

Al ser su vida como una novela de ficción y fantasías me sentí llevada a crear mis propias historias sobre su desaparición. De casualidad llegué a las ventas de fin de semana y subastas donde conocí otras historias familiares. Comencé a entender que lo que estaba sucediendo en esas situaciones era mucho más que un acto puramente comercial. Comprendí que las familias en duelo estaban de luto no sólo por su ser amado sino también por los espacios donde habían vivido juntos. Durante dos años me acoplé al duelo de los otros para hacer el mío.

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Al principio tomé fotos de los espacios casi monacales donde habían vivido los hoy ausentes. De a poco empecé a componer una presencia buscando reinterpretar a la persona que allí habitaba, vistiéndome con sus ropas, interactuando con sus espacios. La cámara fija. La vida en movimiento.

La madre ya no está. Queda la casa matríz, la maison mère y su descendencia que se encarga de vaciarla, de recuperar objetos, de conservar la memoria, de transmitir legados familiares.

Maison Mère es eso: la vida luego de la muerte, lo que queda cuando ya no estamos, cuando nos fuimos.

Durante 25 años ningún familiar supo donde vivía hasta ese 27 de diciembre 2007 en que sonó el teléfono. Era mi hermana que me anunciaba el fallecimiento de nuestra madre. Mi pregunta fue sencilla. ¿Con que destino compro el pasaje? Washington DC. fue su respuesta.

Tuvimos 5 días para ocuparnos de los trámites que una muerte conlleva. 5 días para enterrarla, conocer su casa, vaciarla. 5 días en los cuales empecé a conocerla a través de sus objetos, de sus pertenencias. 5 días en los cuales para tratar de retener algo de lo que allí sucedió como un acto instintivo y de seguridad saqué fotos.

Este trabajo surge de la necesidad de salir de la habitación donde mi madre encontró la muerte. Para logralo construí en imágenes un pasaje donde el tiempo no existe. Retomé algunas fotos que hice en su casa y realicé nuevas imágenes que me permitieran crear una suerte de portal atemporal. Una puerta de tiempo presente para recuperar el pasado y permitirle a ese tiempo ser un ahora. Seguí las manchas de sangre en el piso, sus últimas huellas en este mundo. Seguí su recorrido hasta llegar a mí y así poder ver el hilo invisible que nos unía en la distancia. Corté el cordón umbilical para que cada una pueda salir de esa habitación donde el tiempo se detuvo y poder seguir mi camino en el tiempo presente.

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Partículas elementales es una serie de doce fotos en las cuales desde un lugar intimista y abstracto muestro una cierta cotidianeidad. Es una invitación a un recorrido por partículas que componen nuestro cotidiano.

Un transito en donde la presencia del individuo se percibe a través de los objetos que se encuentran dentro del espacio de lo cotidiano y no por su presencia.

La estética de esta serie se encuentra en el juego de luces y sombras, un juego equilibrado donde lo que se percibe en las sombras tiene tanto peso como lo que se ve en las luces. Los objetos tienden a aparecer de la sombra, de la profundidad. Donde hay presencia de sombras, existe la profundidad.

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